Buñol se vive: Benagéber, el pueblo amigo

El fin de semana pasado se celebró la V Feria de los Pueblos Amigos en Benagéber, cinco años han pasado desde que se materializara por primera vez una idea tan hermosa y original. Curiosamente y normalmente los pueblos vecinos en nuestro país en vez de llevarse bien compiten, los que creen que saben, dicen que es propio de la naturaleza humana… nada dicen de la cultura, de la educación y de la amistad. Probablemente porque no es precisamente la historia, ni aún el presente, los que sirvan de ejemplo para contradecir sus creencias convertidas en un modo de vida. Un manera que hemos visto y comprobado como nos ha llevado muy lejos de lo que sería construir un código de valores en los que predomine el ser humano por encima de cualquier otro interés. El resultado es pisotear los valores y a las personas en beneficio de unos pocos…

Celebraciones como las de este fin de semana pasado, entre otras pocas, son las que nos reconcilian con la vida y probablemente no nos hagan perder del todo la esperanza en que se puede vivir de otra manera, con otros fines, con hermosas y fructíferas relaciones.
Quizá les puedan parecer mis palabras una exageración, tampoco es para tanto que unos cuantos pueblos asistan encantados a otro para disfrutar juntos de un fin de semana festivo en el que cada uno pone un trocito de si mismo.

Quizá debamos desentrañar unos cuantos movimientos para poder comprender la importancia de todo lo que ocurre cuando algunas personas (siempre son individuos que suman aunque representen a instituciones) construyen los momentos para que todos los disfruten. Sin duda, lo primero que se me ocurre es enseñar y transmitir con el ejemplo.

Es la mejor manera de compartir y de comunicar sanos valores. Cuando los niños ven a sus padres, a los amigos de sus padres, a sus tíos y tías, a sus abuelos, participando para que otros disfruten mientras ellos también disfrutan se consigue un círculo tan redondo que propone sin imposturas una manera de vivir, una manera de entender la relación con los demás. Se realza la ilusión, el entusiasmo, la cooperación, la solidaridad, la igualdad… Valores universales que no quedan huecos porque no son palabras que se lleva el viento sino realidades que infieren y benefician las vidas de todos aquellos que disfrutamos de algo tan sencillo y tan complicado, una simple fiesta, dos días festivos se convierten en un rito anual, en un encuentro entre personas que sienten y se sienten entre ellas. El placer al servicio del bienestar y no de la mercancía, nada de esto se puede comprar, nada puede conseguirse sin el apoyo alegre de cada uno de los que esperan que llegue la fecha del encuentro, el día en el que el destino es un pueblo de la Serranía valenciana, un lugar tan hermoso que en momentos de máxima sensibilidad puede llegar a doler, como aquel ideal que algún día creímos poder vivir y que recordamos como un tesoro inacabado por imposible, como todo lo perfecto.

Quizá también habría que comprender como algunas personas son capaces de defender sus intereses sin perder de vista los de los demás, harto difícil en una sociedad eminentemente materialista y llena de superficialidades consideradas necesarias. Hace mucho que perdimos el sentido, exactamente cuando con tanta técnica y con tanta realidad virtual comenzamos a pensar que lo mas cómodo es vivir dentro de nuestras  casas, fue el momento en el que sin darnos cuenta probablemente perdimos de vista la importancia que tienen cada uno de los demás en nuestras vidas. En todas las épocas se ha considerado la dimensión social del ser humano como una de sus esencias y en ninguna otra como hoy sea mas necesario gritarlo, rememorarlo para no olvidar las emociones propias y ajenas, seguramente el único y verdadero motor del mundo.

Hace más de treinta y cinco años que fui por primera vez a Benagéber, era un niño. Ese niño aún está en mi y creo que en todos nosotros. Y conmigo, o yo con ellos, un nutrido grupo de amigos y amigas que disfrutamos las primeras salidas de casa, las primeras aventuras, los primeros juegos… Era todo tan nuevo, tan hermoso, la vida sonaba a rosa por los cuatro costados… Desde entonces Benagéber ha ido creciendo poco a poco, despacio con la lección bien aprendida y desde entonces al unísono la familia Miñana Gimeno —tanto monta monta tanto— que nos acogió en su casa hace tanto tiempo también ha crecido y sus hijos e hijas, sus nietos y nietas… y especialmente Ana María sigue acogiéndonos con la naturalidad que solo dan los valores, aprendidos y construidos  día a día, mes a mes y año a año, en cada experiencia vivida.

Gracias a las personas los pueblos son amigos, gracias a algunas personas se construyen los momentos, instantes que interactúan e interactúan  en silencio ocupando un lugar imborrable en cada una de nuestras vidas.
Solo me queda dar las gracias en la parte que me toca, que no es poca…

www.bunolsevive.blogspot.com

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