José Vicente Martínez: «No podemos dejar de querer a las personas porque no vengan a misa o no sean creyentes»

El párroco José Vicente Martínez. tc.c

El párroco José Vicente Martínez. tc.c
José Vicente Martínez Muedra ya ejerce como responsable de las parroquias de San Pedro Apóstol y Nuestra Señora de los Dolores de Buñol, así como de la de Siete Aguas, San Juan Bautista. Este chivano de 56 años, un hombre afable y entregado misionero, cuenta con un amplio bagaje vital que a buen seguro le ayudará a ejercer como sacerdote de pueblo, uno de sus grandes deseos.
— PREGUNTA: ¿Quién es José Vicente Martínez y de dónde la viene la vocación sacerdotal?
— RESPUESTA: Si empezamos por mi niñez, cursé mis estudios iniciales en Chiva. Posteriormente realicé COU en Cheste, población en la que también estudié magisterio. En 1988 mi vida dio un giro importante. Este año marcó un antes y un después. Comencé a trabajar muy pronto, a los 14 años, aunque posteriormente retomé los estudios. Estuve quince años en una fábrica de porcelana de Chiva. Este experiencia laboral fue muy importante, pues la empresa realizó un ERE en fechas en las que yo ya comenzaba a plantearme cosas. Fue en el año 1988 cuando viajé por primera vez a Honduras, un país que siento como mi segunda casa. Aquí tuve una experiencia muy fuerte en contacto con gente muy pobre. Me dediqué a ayudar y a rescatar a ancianos que vivían en una situación muy precaria. En ese mismo año 88 murió mi padre, algo que fue muy duro para mí. En el 89 me puse a estudiar filosofía pensando ya en ejercer como sacerdote. Del 89 al 92 estuve en Valencia, concretamente en la facultad San Vicente Ferrer, estudiando filosofía. Posteriormente me trasladé a Barcelona para cursar teología. Me ordenaron sacerdote en 1996 y me destinaron a la parroquia de Monteolivete de Valencia. Aquí estuve cinco años. Desde 2001 hasta 2010 es cuando he estado más vinculado con las misiones en Honduras, centroamérica, Estados Unidos y la parte que me tocaba de España. No en vano, yo sigo siendo jurídicamente sacerdote Paúl, aunque ya he pedido incardinarme en la diócesis de Valencia a la que pertenezco.
— ¿Por qué decidió ejercer como párroco Diocesano?
— Uno de los motivos principales es mi madre. Me ocupo de ella al ser una mujer mayor que necesita de mi atención. Otro motivo es que he estado 24 años fuera en los que he vivido experiencias muy buenas y otras que no lo son tanto. A día de hoy quiero cuidar mi vocación, a lo que se une el deseo que he tenido siempre de ser cura de pueblo. Soy un fiel devoto a Juan XXIII. Durante el último año he ejercido como vicario en Buñol junto a Luis Molina, a quien considero un hermano, un amigo y un gran cómplice en lo humano y en lo pastoral. La verdad es que lo echo mucho de menos. Fue él quien me ayudó a entrar en el ambiente de las tres parroquias.
— ¿Su labor como vicario durante este último año le ha ayudado a agilizar su adaptación?
— Puedo decir, gracias a Dios, que hay mucha gente que me para por la calle para conversar o comentarme cosas, algo que también me ocurre en Chiva. Esto realmente me gusta, pues yo me siento muy de pueblo. Me gusta el ambiente llano y campechano de quienes somos de pueblo.
— ¿Y la toma de posesión?
— Pues he sentido una inmensa alegría mezclada con ilusión y ganas de trabajar. También hay una dosis importante de miedo, pues siempre tienes dudas sobre cómo transcurrirá todo. Ahora mismo estamos preparando ya el nuevo curso pastoral y todo lo que significa la vida de las parroquias y la vida de la gente. Sinceramente, me he sentido muy bien acogido tanto en el pueblo como en Las Ventas y en Siete Aguas. La gente ha sido muy hospitalaria y me ha arropado mucho. No lo digo como peloteo. Es una realidad. Como he dicho anteriormente, por fin puedo cumplir mi deseo de ser párroco de pueblo tras años de moverme mucho por el mundo.
— ¿Cómo tiene pensado compaginar las tres parroquias?
— Son tres parroquias con tres realidades muy distintas. Lo más importante es formar un buen equipo que te ayude en el ejercicio de tu labor sacerdotal. En este punto, no quiero olvidarme del párroco Pepe Sierra, quien a sus 82 años está ayudando en San Pedro Apóstol. Actualmente somos cuatro sacerdotes, a quienes se unen los vecinos laicos que colaboran y que son muy necesarios para hacer equipo. El tema de Cáritas está muy bien organizado, lo que ayuda a que podamos llegar a todo. Y no podemos olvidar que la iglesia de Las Ventas cuenta con el colegio en el que estudian alrededor de 400 alumnos, quienes tienen unas familias detrás..
— ¿Qué se ha marcado para el desarrollo de su labor sacerdotal?
— Lo que se ha estado haciendo hasta ahora ha sido muy acertado. Considero que hay que dar continuidad al buen trabajo realizado. Se ha marcado un estilo abierto y de estar muy pendiente de la gente que creo muy positivo. Es muy necesario que sigamos siendo un instrumento de armonía entre la ciudadanía. Esto es algo muy importante para mí y en lo que voy a insistir mucho. Las personas y la forma de ser de unos párrocos y otros son diferentes, aunque la esencia debe ser la misma. Yo soy quizás igual de inquieto que Luis Molina, aunque quizás algo más nerviosillo. Me gusta mucho la organización, pero comprendo que en ocasiones el desorden es también orden. Lo que quiero decir es que voy a intentar que nuestra misión no se circunscriba a la gente de dentro de la parroquia, sino que también se dirija a la gente de fuera de ella. Yo siempre digo que Dios ama a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Y aquí hay muchos. No podemos dejar de querer a las personas porque no vengan a misa, no crean o porque se confiesen ateos, más bien al contrario. Debemos preocuparnos por el bien común y por el bien del pueblo. El planteamiento que yo tengo es el de intentar ser el instrumento de paz, porque creo que si hay paz entre nosotros podremos superar todas las dificultades.
— ¿Qué directrices va a llevar el colegio Sagrada Familia?
— Me gustaría que el centro sea un referente en la comarca. Debemos entender que los alumnos son hijos de padres creyentes o no creyentes. La idea es educarlos en el respeto, la tolerancia y en valores humanos y cristianos. Honestamente, debo decir que no hay ni un sólo valor de los que propone Jesucristo que haga daño a nadie. Sólo se exige esforzarse. El colegio debe mantener su ideario, pero a la vez también mantener el equilibrio y buen ambiente con todos, pues no todos son creyentes. La calidad de la educación también es otro de los aspectos importantes.
— Imagino que en tiempos de crisis se seguirá trabajando en el apoyo a los más necesitados.
— Efectivamente. Debo reconocer el gran trabajo que está desarrollando Cáritas. Tanto en las parroquias como en el colegio vamos a apoyar a quienes lo están pasando mal. A mí me gustaría que comprendiéramos la importancia de ir todos a una cuando de ayudar a la gente se refiere.
—¿Le gustaría añadir algo?
— Pues… Sólo me gustaría decir que yo soy una persona abierta a todo el mundo, sin excepción. Yo he tenido la suerte de trabajar en la fábrica con compañeros cristianos, socialistas y comunistas, tanto creyentes como no creyentes. Lo más importante es la persona. Me gustaría decirle a la gente que la iglesia está abierta a todos y que, en la medida de lo posible, nuestro propósito es siempre ayudar. Estamos abiertos a sugerencias para servir mejor a la sociedad.

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