Para no olvidar: Gregorio Sabater Diana

Gregorio Sabater, licenciado en letras y director del colegio privado Cervantes de Valencia, cada verano, volvía a su pueblo natal, Cheste, para disfrutar de las vacaciones estivales. El largo veraneo, sin embargo, no suponía tiempo perdido, por el contrario, el insigne profesor lo aprovechaba sistemáticamente. Largas excursiones y caminatas por los campos y montes del contorno generaban una abundante documentación de todo tipo, que Gregorio Sabater publicaba en diversos periódicos valencianos. Sin duda, su mayor hallazgo fue el descubrimiento de una antigua lápida romana, cuya descripción se publicó en la prensa de la época.
Gregorio Sabater, en sus incansables excursiones científicas, se hacía acompañar de su hijo adolescente, Gregorio Sabater Diana que, muy pronto, se aficionó a observar y desentrañar los secretos del paisaje y la naturaleza. Sin embargo, a Gregorio Sabater Diana, mucho más que la Geografía, la Historia o la Arqueología, le interesaba otra ciencia: la Historia Natural.
La fortuna del científico, que tuvo la suerte de ser hijo de un cultísimo maestro, culminó cuando, siendo alumno del Instituto de Valencia, recibió clases de un profesor excepcional, Emilio Ribera; compartió pupitre con un condiscípulo igualmente excepcional, Maximino San Miguel de la Cámara (que llegaría a ser catedrático de Geografía Física de la Universidad de Barcelona y catedrático de Petrografía y Estratigrafía, en la Facultad de Ciencias de Madrid). La inequívoca vocación científica de Gregorio Sabater Diana contó con el aliento de ambos.
En 1906, todavía adolescente estudiante de bachillerato, solicitó su ingreso en la Real Sociedad Española de Historia Natural, presentado por su profesor, el catedrático, Emilio Ribera. Se nos excusará una prolija explicación sobre los métodos pedagógicos empleados por Emilio Ribera, puesto que ya dedicamos algún artículo a esta cuestión; recordemos, tan solo, cómo Emilio Ribera solía realizar provechosas excursiones para observar, in situ, las formas y fenómenos de la naturaleza. La riqueza geológica de nuestra comarca y la facilidad de transporte que suponía el tren, propiciaron, como recordará el lector, que muchas de estas excursiones tuvieran como destino Buñol y Alborache.
En el verano de 1907, informaba la prensa de la publicación de un estudio titulado Excursión al volcán de Cofrentes (Valencia), donde se daba cuenta de las características de esta región volcánica. El estudio fue posible por la concesión de una subvención de 350 pesetas «á Lucas Fernández Navarro, catedrático de Cristalografía de la Central, y a D. Gregorio Sabater Diana, alumno de la Facultad de Ciencias, hijo del director del colegio de Cervantes, para hacer una excursión á Cofrentes á estudiar una región volcánica que se encuentra en aquel término» (efectuada en el verano de 1906 ).
Maximino San Miguel de la Cámara, en su trabajo publicado en 1936 y titulado Las erupciones de Cofrentes (Valencia) y el volcán de Cerro Negro o Cerro de Agras, hace el siguiente comentario: «La primera noticia publicada sobre la existencia de la erupción volcánica de Cofrentes apareció en el periódico El Mercantil, de Valencia, en un artículo escrito por el médico D. Rafael Cervera Barat, a quien parece que corresponde el honor de haber descubierto estos materiales volcánicos, de los que recogió muestras en 1903 y los presentó al entonces catedrático de la Universidad de Valencia D. Eduardo Boscá, quien inmediatamente reconoció su naturaleza volcánica.
Desde esta época hasta el 6 de febrero de 1907, día en que mi condiscípulo D. Gregorio Sabater Diana participó a la Sociedad Española de Historia Natural, reunida en sesión científica, que en una de sus recientes excursiones por la provincia de Valencia había encontrado una región volcánica de la que hay pocas noticias y referencias, no se había vuelto a saber nada de esta interesantísima erupción».
Mientras Lucas Fernández Navarro dedicó, prácticamente, toda su carrera a la investigación de los fenómenos volcánicos, la investigación de Gregorio Sabater Diana derivó por otros derroteros. Sólo un año más tarde, en 1908, se tuvo noticia de sus «investigaciones biológicas marinas en la costa de África».
En el verano de 1910, la prensa valenciana pudo dar, con orgullo, esta información: «Ha sido nombrado auxiliar del Museo pedagógico de Historia Natural de Buenos Aires nuestro joven paisano D. Gregorio Sabater Diana, licenciado en Ciencias Naturales. Asistió como miembro del Congreso de Biología y Antropología celebrado en aquella ciudad con los delegados de las naciones, y además está haciendo estudios de la sesión de Paleontología de la Universidad de la Plata».
Con toda seguridad, su estancia en Buenos Aires coincidió con la llegada de otros relevantes científicos valencianos, Eduardo Boscá y su hijo, Antino, que se habían  desplazado a la capital argentina, con la intención de «hacer estudios paleontológicos en la América meridional».

(*) Profesor e historiador

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