Bolilleras de Cheste junto a la concejala de cultura, Mª Angeles Llorente.
Ayer, domingo 10 de junio, tuvo lugar en Cheste el I Encuentro de Bolillos, que congregó a cerca de 120 bolilleras de las poblaciones de San Antonio de Benagéber, Benaguacil, Meliana, Godelleta, Onteniente, Puzol Xirivella, Almazora, Buñol, Valencia, Yátova, Cheste, Macastre, Alborache, Carlet, Museros, Chiva y Ribarroja en la plaza Doctor Cajal.
“Las mujeres que hoy están aquí muestran la pervivencia de una actividad artesanal, altamente artística y creativa, que aporta grandes beneficios, ya que requiere un gran nivel de concentración y agilidad mental, al tiempo que ayuda a combatir el estrés y el insomnio; además, practicado en grupo, aumenta la sociabilidad de las personas y favorece la vecindad. Por si fuera poco, las personas que lo practican dicen que, cuando se produce el silencio, el sonido de los choques de los bolillos produce un efecto relajante y analgésico, similar al de las olas del mar”, destacaba la concejala de Cultura, Mª Ángeles Llorente, al inicio del encuentro. “Quiero dar las gracias a todas las presentes por mantener viva esta actividad que nos regala belleza y que es una manifestación tangible del patrimonio cultural inmaterial; y en especial a Vicenta Ruíz Fuertes y a Amparo Sánchez Huercio, ambas profesoras de la EPA y promotoras de esta actividad”.
La jornada arrancó a las 10 horas con varios stands en los que las bolilleras realizaron su labor, compartiendo trucos, patrones y experiencias entre ellas y con todas las personas que lo desearan. Además, el encuentro contó con una tienda – exposición, ubicada dentro del salón de plenos del Ayuntamiento.
“Las bolilleras de Cheste hemos ido a encuentros en muchos pueblos de la comarca, pero teníamos la ilusión de poder hacerlo aquí, se lo propusimos al Ayuntamiento y nos dijeron que contábamos con su apoyo para llevarlo a cabo, ya que nosotras no estamos asociadas y no teníamos los recursos, simplemente somos un grupo de personas que compartimos una afición”, explicaba Vicenta Ruíz. “En mi caso, aprendí a hacer bolillos cuando era pequeña, luego lo dejé. Hace 37 años que volví a retomarlo para hacer la toquilla de chestana a mi sobrina y ya no he parado. Después empecé con las clases en la escuela de adultos y ahora mismo somos un grupo de unas 24 ó 25 bolilleras las que nos reunimos todos los miércoles y los viernes en la EPA”.
Tal y como explicaba Vicenta, hacer bolillos requiere constancia, ya que hay que invertir un poco de tiempo cada día y las piezas pueden tardar seis meses en confeccionarse. “Hacer bolillos aporta mucho, como bien ha dicho la concejala de Cultura, la pena es que con el tiempo esta artesanía corre peligro de perderse; a la gente joven esto no le atrae, no piensan en aprender cosas como esta, bordar o hacer tul y es una lástima porque cuando nosotras ya no podamos seguir no vendrá nadie detrás que sepa hacer estas labores”, apuntaba la bolillera. “Es una actividad muy bonita que habría que promocionar; incluso si hay personas que quieren aprender y no pueden venir a la EPA pueden decirlo y yo misma les podría enseñar en casa”.
Al final de la mañana se realizó el sorteo de algunas piezas artesanales y varios regalos patrocinados por colaboradores del evento, entre los que figuraban Caja Rural de Cheste, Atmósfera Sport, la Cooperativa Cheste Agraria, Clarel, Gaseosas El Tigre y el circuito Ricardo Tormo.
El encaje de bolillos
El encaje de bolillos es una técnica de encaje textil que consiste en entretejer hilos que inicialmente están enrollados en bobinas, llamadas bolillos, para manejarlos mejor. A medida que progresa el trabajo, el tejido se sujeta mediante alfileres clavados en una almohadilla, llamada “mundillo”. El lugar de los alfileres normalmente viene determinado por un patrón de pequeños agujeros en la almohadilla. Tradicionalmente, esta artesanía se hacía con seda, lana y posteriormente con algodón; también con hilos de metales preciosos. Hoy en día se han añadido a estos materiales una gran variedad de fibras sintéticas, alambres u otros filamentos.
Hay quien señala la aparición de esta técnica en los siglos XVI y XVII, otros afirman que fue Grecia la inventora de esta labor, desde donde pasaría a Persia, Arabia y los países del Mediterráneo. Finalmente su origen histórico se fijó a mediados del siglo XVI en Venecia, aunque en España ya se ejercitaban las labores de encaje de aguja y al bolillo medio siglo antes, llegando a ser nuestras blondas las favoritas en Europa.
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