Opinión: «Roberto Gil, un jugador y una persona irrepetible», por Robert Raga

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Cuando esta mañana nos hemos despertado con la triste y desgraciada noticia de la muerte de nuestro vecino Roberto Gil, he recordado, de inmediato, aquella época de la niñez en la que todos los amigos íbamos detrás de un balón y teníamos unas ganas enfermizas por jugar a fútbol. En aquellos años Roberto Gil representaba todo lo que cualquier de nosotros ansiábamos: jugar en nuestro Valencia, llegar a lo más alto y, a poder ser, alzar algún título. Y a base de sacrificio y esfuerzo, Roberto Gil alcanzó todos esos hitos. Desde las categorías inferiores hasta llegar al primer equipo, Roberto consiguió todo lo que se propuso. En los años 60, cuando algunos todavía no habíamos nacido, Roberto saltaba las fronteras de la época y se hacía un nombre en toda Europa. Ganó dos Copas de Ferias (1962 y 1963) y la Copa del Generalísimo en el año 1967. Eran los años en los que el Valencia se codeaba con los más grandes con jugadores de brío, casta y enorme trascendencia. Y, lo que es mejor, con gente de la casa, que sabe lo que representa ese escudo.  

Roberto lo ha sido todo en el Valencia. Jugador, entrenador y secretario técnico y en todas esas parcelas demostró una sabiduría y una sapiencia sólo al alcance de los elegidos. Aquellos que tienen un sexto sentido y un olfato que les permite dar con la tecla para resolver cualquier problema o contrariedad. Pero no sólo fue un gran futbolista y un entrenador excelso. Como persona era mucho mejor. Siempre se mostraba afable, simpático y buen conversador. Y, especialmente, accesible a todos sus convecinos. La grandeza y la fama de nuestro ilustre vecino fue tal que, de hecho, mi nombre, Robert, me lo puso mi madre por él. Era tal el grado de popularidad que arrastraba Roberto Gil en nuestro municipio que todo el mundo lo conocía: jóvenes y mayores, hombres y mujeres, niños y adolescentes. Cualquiera conocía a Roberto y sabía de sus andanzas y éxitos con el balón. No en vano, de casta le venía al galgo. Su madre, “la tía María”, era una auténtica aficionada al fútbol, una forofa enorme, que acudía cada semana a animar al Riba-roja de Túria. Una familia futbolera.   

A lo largo de las últimas décadas, Roberto Gil ha sido nuestro mejor embajador, la persona que llevaba el nombre del municipio allá por donde iba. Sin excepción alguna, se enorgullecía y se encargaba de expandir nuestras excelencias. Como alcalde no quiero pasar la oportunidad para agradecer los gestos que Roberto Gil tuvo conmigo. Siempre tenía un consejo y unas palabras cuando se le requería. Director de la escuela de fútbol de Riba-roja de Túria durante años, Roberto da nombre al estadio municipal. Era lo mínimo que podíamos hacer para recompensarle por todas las alegrías y los éxitos que consiguió y de los que, de alguna u otra manera, nos consideramos copartícipes. Nuestro Roberto era y será siempre una parte inigualable para nuestros vecinos de Riba-roja de Túria. Por ello, no podemos dejar de decirle: “Roberto, bon vent i barca nova!”. 

Robert Raga, alcalde de Riba-roja del Túria

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